miércoles, 6 de julio de 2005

La felicidad de los priistas

A punta de dinero, de promesas "firmadas", de manipulación y de las viejas maniobras "renovadas", el Partido Revolucionario Institucional volvió a ganar elecciones, en esta ocasión, las de Nayarit y los vergonzosos comicios del Estado de México.

Distinto a como lo lo dijo el diario pro-priista Crónica de Hoy, el PRI no ganó por la mala elección de los candidatos de los otros partidos, ni por una buena propuesta de gobierno, ganó por el apoyo del gobierno del estado de México encabezado por Arturo Montiel, además del insultante uso de recursos para promoción del voto en medios y con la compra de consciencias.

El control de los sectores

Pero, el triunfo del PRI es un espejismo, porque a costa de apostar por el hartazgo del votante, los priistas consiguieron desanimar el sufragio, de forma tal que los electores no creyeron en Enrique Peña Nieto, sino que le dieron la espalda.

La elección ganada, con menos del 42% del electorado no debe compararse como parámetro rumbo al 2006, por el contrario, debe ser muestra de lo que no debe repetirse. El uso indiscriminado de dinero.

Más que celebración, el candidato ganador debe entender que no lo quiere el 58% de los electores inscritos.

Peña Nieto no ganó por haber firmado ante un notario sus promesas (¿quién va a demandar al gobernador electo si no cumple a final del sexenio?), no ganó por su proyecto, ganó porque el PRI sigue usando su fuerza para mantener inequitativas las elecciones, y el Estado de México es un bastión de lucha al cual aplicaron todo el apoyo, el control oficial y el dinero, sobre todo, dinero.

De acuerdo con las mismas declaraciones de Peña Nieto, durante su campaña gastó 132 millones de pesos y obtuvo con ellos, 1.8 millones de votos, esto significa que oficialmente cada voto le costó 73 pesos. Sin embargo, extraoficialmente el candidato priista gastó 400 millones de pesos (de acuerdo con acusaciones del PAN), lo que significa que cada voto costó en realidad 222 pesos.

La del 2006, no será propiamente similar a esta elección, no se venderá un físico como candidato, serán otros factores los que lleven al triunfo al candidato el próximo año, pero, el ciudadano debe estar atento de qué los partidos no recurran a las viejas artimañas priistas para alcanzar posiciones de elección popular.

Más felicidad priísta

La declinación de Cuauhtémoc Cárdenas a ser candidato del PRD a la presidencia en 2006, más que mostrar a un político maduro, coherente e inteligente, evidencia una ambición que debió medir para mantenerse como figura vital en los cambios democráticos en México.

Cuauhtémoc Cárdenas

Cárdenas tuvo la oportunidad de convertirse en un hombre representativo, con pase a la historia, pero se mantiene en la terquedad de alcanzar el poder por sobre las instituciones que creo y que, en muchos sentidos, para bien y para mal, lo rebasaron.

En envolverse en la lucha democrática, con la excusa de no encontrar eco en un debate, resulta un argumento muy barato cuando ya había trascendido.

La insistencia de convertirse en un candidato presidencial por cuarta ocasión, con las posibilidades muertas, dejan ver a un Cárdenas egoista, que no le interesó trascender y que no admite una competencia válida, con un proyecto alternativo.

Pero, también, Cárdenas ha sido un factor importante para dejar de creer en su proyecto y nadie olvida que se reunió con Salinas y otros personajes oscuros de la política mexicana.

Los aplausos de Crónica

El priismo de Crónica no pudo ser más evidente al minimizar el abstencionismo en el Estado de México, pero además, aplaudieron algo que puede convertirse en factor importante de la suma del voto.

Si Cárdenas participa en una agrupación ajena al PRD, el PRI gana votos atomizando la decisión ciudadana, y por eso, el diario lo aplaude y le endosa la culpa a López Obrador.

Editoriales y textos como: "Retrato de AMLO por Cuauhtémoc" del ex vocero de Carlos Salinas, José Carreño Carlón; "Cárdenas, gancho al hígado a AMLO" de David Romero o el parcial "Pepe Grillo" y la evidencia de su línea verde-tricolor.

Para Crónica fue una celebración absoluta, triunfo del PRI y tropezón interno perredista, sumados a los aplausos al sub Marcos.
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