martes, 24 de octubre de 2023

Yo soy Israel...

Salí de la casa como si nada, a pesar de saber que cerca de la puerta había un panal de avispas, no me preocupé porque jamás había tenido ni miedo, ni las había espantado.

Pero hoy, sentí un zumbido y un golpe leve en la cabeza. Me había picado una avispa, me dolió, me sacudí con la mano justo donde inicia la oreja derecha, para nada, porque el insecto ya había volado aunque siguiera sintiendo la molestia, me ardió por horas.

De regreso, en venganza, tomé una varilla y muy bien protegido y sin que lo sospecharan, golpeé la base del avispero pegada al techo cercano a la puerta y cayó, así, quitamos el hogar a decenas de avispas, ahí se fueron sus huevos, sus larvas, su lugar de trabajo natural, quedó entre pasto ya vacío como un pedazo extraño de origami lleno hábilmente de espacios hexagonales,

Había sido bastante tolerante, ese panal había estado ahí desde hace dos meses, pero ese piquete de una avispa quizás más rijosa que las demás, con las que había convivido sin problemas, me hizo rabiar y tirar su hábitat.

Regresando al momento del origen, me fui reflexionando sobre el piquete y pensé lo que había ocurrido en este mismo espacio hace unos 14 años, antes de que construyeran la casa.

Sin duda, ese espacio estuvo lleno de flora y fauna. Quizás justo desde donde escribo hubiera estado un árbol, algún arbusto, una palmera o simplemente pasto crecido a lo silvestre, pero sin duda, debieron haber estado algunos nidos de rana, quizás huevecillos de mariquitas en las hojas y panales, quizás de abejas o también de avispas.

No tengo duda que en Primavera esto se llenaría de insectos, que muchas mariposas habrán volado buscando alimento, hormigas por doquier, quizás serpientes, arañas, pequeños reptiles y anfibios habrán disfrutado de este espacio.

Pero un día llegó una gran máquina Caterpillar, Komatsu o John Deere y agotó todo lo verde que hubo, pisonearon la tierra, lotearon, anclaron hilos plásticos, echaron cal y dejaron un rompecabezas geométrico muy preciso para después rascar, hacer huir a tuzas, tlacuaches, serpientes y otros animales rastreros con hábitos edáficos.

Llegó la varilla, el concreto, elevaron castillos, ladrillos, alambres, hombres de casco, metal, vidrio, tubos, plástico, en síntesis, se levantó una casa habitación, decenas a mi alrededor, cientos en el fraccionamiento.

Toda la flora desapareció y hoy la fauna llega casi circunstancialmente, cuando las lagartijas encuentran paredes cálidas, cuando las mariposas hallan jardines generosos o cuando los miles de mosquitos son atraídos por la luz y se encuentran con la sangre fresca de los humanos, no sin antes de librar los rincones donde acechan las arañas.

¿Fue justo haber tirado el panal? Sé que al tirar el panal hice huir a las avispas, seguramente maté a las larvas y a la vida futura de los huevecillos… y todo por un piquete de una avispa que, jugando un poco con la imaginación, quizás no leyó un letrero en su avispero que advertía que “A veces sale un ser humano, pero es inofensivo, no es necesario atacarlo”.

Pero me atacó y en venganza acabé con un pequeño hábitat de decenas de avispas.

Pensé que las avispas pudieron ser los palestinos, en ese caso, yo sería Israel.


EPÍLOGO.- 1.- El piquete de avispa fue cierto.

2.- A pesar de pasar por mi cabeza tirar el panal, reflexionar sobre los ataques de Israel a Palestina me hizo dejar en paz la vida de las avispas y no destruí el avispero, ya se irán cuando su instinto nómada las haga abandonar ese especio cercano a la puerta.

blog comments powered by Disqus