Cartón realizado por el autor en 1999 y que nunca había sido publicado,
pero que "adorna" la oficina de Recursos Humanos de Diario El Mundo
pero que "adorna" la oficina de Recursos Humanos de Diario El Mundo
Entrar a la redacción de El Mundo es apasionante, contagioso, divertido... emocionante. Pisar la zona informativa del diario significa llegar a una dimensión donde el tiempo es impreciso, se trabaja con el pasado inmediato para un futuro que aun no se imprime, se trabaja en la elaboración de la historia, justo en el momento de hacer cosas que no cambiarán jamás.
Quizás por eso he visto que, sea cualquiera de las secciones en las que se trabaje, la pasión es la misma entre reporteros y editores, fijos o pasajeros. Acostumbrados ya, no vemos los nervios, no vemos la atención, nos concentramos en la palabra precisa, en la coma oportuna, en la ortografía que nos resulta a veces tan imperfecta en los dedos.
Si bien en 50 años los procesos han cambiado, la emoción es la misma, siempre la expectativa, siempre la búsqueda del dato, siempre la anécdota entre la noticia, la carcajada, la ocurrencia, la impotencia, la tristeza o el coraje. Diario El Mundo nos ha permitido, para quienes hemos tenido el privilegio de estar entre sus filas, liberar todas esas emociones que cada reportero, fotógrafo, editor o diseñador traemos a flor de piel para transmitirla con una frialdad que asusta a quien no se involucra en esta vocación, que más de uno califica como "equivocación".
Y lo de ser privilegiados no es una exageración. Entrar a la redacción es ingresar a un recinto que pocos lectores conocen y eso nos pone en un espacio único, ser los responsables de informar, de dar los datos precisos para que el lector tome una o varias decisiones, datos para lamentar o aprovechar, desde el estado del tiempo hasta convencer a un elector, desde descubrir una oferta en el súper hasta el drama que hace que muchos diarios terminen estrujados entre las manos del lector conmovido o iracundo por las injusticias.
La pasión permanece, es el combustible de esta especie de humanos que conseguimos informar, es nuestra materia prima antes que la noticia, es la energía que acumulamos cuando estamos en casa, es el principal motivo antes de salir a entrevistar, fotografiar, editar o escribir.
La vocación es amorosa, generosa, nos deja satisfechos y nos permite salir de la redacción entre sonrisas dando las buenas noches o buenos días de madrugada, con ese ruido industrial de fondo que viene desde las prensas, un ruido que parece ser el soundtrack de la vida del periodista.
Por eso, un festejo como el que vivimos en El Mundo por sus 50 años se magnifica, porque además de ser una celebración personal y empresarial, significa todo el esfuerzo que han dejado hombres y mujeres, para aquellos que no recuerdan el ocultamiento del sol, para quienes no vieron crecer a sus hijos, para quienes no saben lo que es una copa a las 9 de la noche, para quienes no saben lo que es despertar a las 9 de la mañana, para quienes se despertaron de madrugada preocupados por la certeza de su dato, para quienes les duele la espalda de estar sentados, para quien tiene que ampliar las dioptrías de sus lentes, para quien tiene piquetes en el hígado, para quienes esperan una nueva jornada de trabajo.
El diario que hoy tiene en sus manos es pasión inevitable de todos los días descargada ahora para una celebración, tiene en sus manos un resumen de juntas, de risas, de proyectos, de cambio de planes, de ideas, de largos ratos de escritura. Es la misma pasión, sólo que hoy está vestida de fiesta.
Texto publicado por El Mundo de Córdoba el 23 de febrero de 2010, a propósito de los 50 años del diario
Todas las secciones del 23 de febrero los puedes revisar en http://issuu.com/diarioelmundo