México, D. F. a 22 de mayo de 2006
C. LIC. VICENTE FOX QUESADA
Presidente Constitucional de los
Estados Unidos Mexicanos
P r e s e n t e
En días pasados, en medio de la muy difícil situación electoral, política y social por la que atravesamos, le solicité a usted una entrevista que consideré necesaria, por la ausencia de diálogo entre las posiciones contendientes, no sólo de los partidos políticos.
Entre otras de sus afirmaciones de estos días, me llamó la atención una de ellas, ciudadano Presidente: “No habrá elección cerrada, Calderón y Amlo se separan más. El proceso electoral va de pelos y viento en popa” (19 de mayo). No dudo de cuánto le regocijan sus coloquialismos, que participan con algo de ventaja en el desafuero expresivo del que, en un momento u otro de la campaña, nadie se ha exceptuado (en lo personal, cometí el error del “¡cállese chachalaca!”, que contradijo el sentido de mi campaña y de mi actitud. Asumo la equivocación como la que fue: un exabrupto). Pero si no extraña lo de “está de pelos”, sí resulta ampliamente violatorio de la legislación electoral, el apoyo que el gobierno federal le da al candidato del PAN, la movilización de recursos, la incontinencia verbal que a usted lo distingue en este tema, las acciones de la Secretaría de Desarrollo Social, las jactancias y las bravuconadas de campaña que niegan y sepultan la neutralidad acordada.
Se habla al respecto de “elección de Estado”, término perfectamente demostrable. Sin embargo, a momentos la expresión podría parecer determinista y no es éste el caso en lo más mínimo. Si la intención es, en efecto, la de usar todos los recursos ilegales asociados al poder para retenerlo, la elección sí lleva las trazas de ser de Estado, pero esto es nada más una parte del panorama. Estamos también, por fortuna, y es lo fundamental, ante una elección de sociedad, es decir, ante el compromiso creciente de los ciudadanos de creer en su voto, y por lo mismo, de defenderlo estrictamente. Todas sus argucias, sus improvisaciones peleoneras y su muy reducido saber coloquial, señor Presidente, con todo respeto, tienen un límite: la voluntad ciudadana. Lo que usted provoca “no está de pelos” en lo que toca a sus afanes “reeleccionistas”; en México hay ciudadanía, algo que por lo visto usted no ha logrado percibir en estos años. “¿Y yo por qué?”, se preguntará, con el mismo énfasis que ahora usaría en un “Votas y te vas”, pero si ustedes quieren abusar de las fuerzas acumuladas de un gobierno, deben recordar o, más bien, deben enterarse por vez primera que el proceso electoral no radica en el clientelismo, tan burdamente manejado por ustedes, ni en la mercadotecnia costosísima de la que han hecho gala, ni en el manejo pernicioso de las campañas de odio, ansiosas de transmitir el miedo que ustedes sienten, sino en la decisión de cada persona ante las urnas. Acéptelo, ciudadano Presidente, cuando disponga de tiempo: no vencerán porque, entre otras cosas, no han podido convencer.
Al PRI, el otro sector político preocupado por la injerencia presidencial en las elecciones, le contesto y le contestamos: las diferencias con los priístas de arriba, no son mínimas ni son erradicables, pero compartiremos la movilización legal y pacífica para detener el pobrísimo y carísimo maniobreo del presidente Fox y los suyos. Permanecen acrecentadas nuestras críticas al clientelismo de invención priísta, y a sus métodos inescrupulosos, pero si la meta es la implantación de la legalidad en la República, la convergencia será inevitable, y no requiere de modo alguno de pactos o reuniones específicas. La defensa de la ley es una asamblea permanente.
A nosotros, la campaña nos ha proporcionado grandes satisfacciones y oportunidades de mayor conocimiento y reconocimiento del país y sus sociedades. La querella y la guerra sucia no nos han desviado de nuestro compromiso esencial: conformar y seguir integrando el proyecto de la nación en la globalidad. No partimos de cero, no repetimos el error mayúsculo de usted que declaró al Siglo XX mexicano como “un siglo perdido”; elegimos la tradición que nos incumbe, algunas de cuyas etapas culminantes son la Reforma liberal y la acción al pensamiento de don Benito Juárez, el gran intento democrático de Francisco I. Madero, la vitalidad popular y las reivindicaciones campesinas de Emiliano Zapata y Pancho Villa, el programa civilizatorio del general Lázaro Cárdenas, la resistencia de los sectores indígenas, la incorporación de las mujeres y las incontables contribuciones de centenares de miles, generosos, lúcidos, creyentes con firmeza en la democracia. Esa tradición ha evitado que nos diluyamos en los vericuetos de la campaña.
Hemos defendido y seguiremos haciéndolo, nuestras causas básicas: combate a la corrupción, desigualdad, educación, salud, vivienda, el campo, el empleo, apoyo a los migrantes contra el hostigamiento del racismo; los indígenas, la cultura y la seguridad pública. Y de modo especial, la defensa de derechos humanos tan agraviados en esta etapa, y basta mencionar la incursión salvaje en Atenco. Reconozco que nos ha faltado tiempo para establecer o refrendar nuestro compromiso con las minorías legales y legítimas de este país, con las causas de la diversidad. Sin embargo, estoy convencido de que México es diverso y aloja varias sociedades que, en el uso de sus derechos, no deben ser en el paisaje general antagónicas sino complementarias. A estas minorías les corresponde intensificar la presentación de sus demandas, y a los gobiernos, y a mí en particular, nos toca apoyar política y legalmente su inclusión en México, todo lo que honre nuestro proceso civilizatorio.
Si incluyo lo anterior en una carta dirigida en principio a usted, ciudadano Presidente, es por estar convencido de lo obvio: usted no quiere recibirme y yo, por mi parte, al existir los cauces de mis puntos de vista y de nuestra actitud, asumo que no desee tener conversación conmigo. Entonces, como partidario del diálogo y en atención a todos los que también creen en el intercambio racional de opiniones y juicios, insisto en las otras posibilidades de hacer llegar nuestras demandas. Sólo le recuerdo que la ciudadanía no “está de pelos” y el gobierno federal no podrá imponer sus maniobreos por encima del voto. El triunfalismo es de ustedes; lo nuestro, más sencillamente, es la victoria de las mayorías y el reconocimiento de la justicia de las demandas de mayorías y minorías.
Atentamente,
Andrés Manuel López Obrador
Candidato a la Presidencia de la República
de la Coalición Por el Bien de Todos
martes, 23 de mayo de 2006
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