La corrupción en la vida del país no se entiende sin el gran dinosaurio, el gran maestro de la cultura política de México.
Por eso el titular de este post. Es tiempo de que se extinga el dinosaurio que se ha alimentado de la riqueza y los valores de México.
El dinosaurio creó las bases que forjaron a los funcionarios a ver en el quehacer público una forma de vivir holgadamente, les inculcó en su ADN el adorar y elogiar al inmediato superior para conseguir una mejor posición sin importar si las acciones caían en la corrupción.
El dinosaurio creó este modelo donde la unidad es en realidad complicidad, un modelo que no acepta críticas porque nunca enseña a cuestionar.
El dinosaurio es un gran simulador, tiene un discurso de limpieza que oculta una casa sucia.
El dinosaurio es un gran forjador de alianzas que ocultan beneficios personales, tejió nexos entre sectores para tener a las cúpulas contentas mientras los agremiados esperan y esperan la siguiente promesa.
El dinosaurio es la gran agencia de colocaciones que sólo abre puestos a incondicionales y para estar en ella hay que cuadrarse, hay que callar, hay que repartir despensas, gorras, sombrillas, playeras y en algunos casos hay que llevar uno cuota de votos para asegurar el triunfo de sus candidatos.
El dinosaurio corrompió la función pública.
El dinosaurio es ese partido que guarda en sus cajones información de los opositores para usarla en su contra cuando sea necesario.
El dinosaurio es la agrupación que no se toca el corazón, la que es capaz de hablar lastimeramente del hambre mientras acumula miles de despensas para regalarlas en tiempo electoral.
El dinosaurio es el grupo que recicla sus promesas electorales cada tres o cada seis años apelando a que la memoria colectiva es muy mala.
El dinosaurio es el cacique en toda la extensión de la palabra.
El dinosaurio convirtió al Congreso, que debería ser una institución de respeto, en una sede donde 500 personas se han vuelto vividores y promotores del voto para sus herederos de curul
El dinosaurio usa la pobreza como la gran generadora de votos.
Por eso, entre otras cosas, hay que matar al parásito, hay que matar al dinosaurio. Cuando el dinosaurio muera, será posible que las cosas se regeneren y evolucionen hacia una cultura lejana a la corrupción.
Puede ser este año, puede ser dentro de seis, pero es necesario evolucionar sin el dinosaurio.
viernes, 22 de junio de 2012
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