viernes, 9 de mayo de 2008
Hombres en llamas II
La muerte del oficial de la PFP Edgar Millán, usada hoy por las autoridades para refrendar la lucha contra el crimen organizado, no es otra cosa más que la caída de un general en una escalofriante guerra interna que vive el país, más dramática que cualquier "amenazante" guerrilla a los cacareados y deteriorados "estado de derecho" y "paz social".
Como pocos países, México se convulsiona diariamente con combates que dejan un reguero de muertos, casi todos del lado de la delincuencia. Quince muertos en Tijuana, 17 en Guerrero, siete en Zacatecas, nueve en Sinaloa.
Las cifras anteriores parecen haber sacadas de la vida cotidiana de países irreconciliables consigo mismos y en sus peores momentos como Israel, Irak, Colombia o Yugoslavia.
La temida guerrilla zapatista en el 94, la que despertó conciencias que hoy vuelven a dormir, no dejó más allá de 17 víctimas, cifra hoy común en México en una jornada.
Ya justificábamos en Hombres en llamas las razones por las cuales las cosas se salieron de control. El desaseado control político del PRI dejó que las cosas crecieran a distancias insospechadas.
La educación fue de la mano del sindicalismo y no de los maestros. El gobierno prefirió que los cacicazgos se fortalecieran para tener un mayor control y de ahí, la distancia a la delincuencia siempre estaba separada por hilo dental. El PRI prefirió siempre los beneficios personales y de grupo que la efectiva aplicación de recursos hacia lo social. Se supo y se sabe: el gobierno hoy en manos del PAN no es otra cosa más que una enorme agencia de colocaciones.
Se insiste, hoy la labor está en las células. Desde abajo. Desde la familia, desde la confianza hacia los menores, desde la educación real sin sindicalismos que consiguen puentes vacacionales. No hay mucho que ver o recomponer arriba. Incluso los partidos deberían ver abajo, pero los compromisos, en algunos casos ampliados hacia esos campos que hoy se llenan de balazos y venganzas, no lo harán.
El dinero fácil y las actividades que se llevan a él se defienden hasta con los dientes. Se ve diariamente por los ajustes de cuentas y por los reiterados nombres que gobiernan escalando este país. De alcaldes a diputados, de diputados a secretarios de estados, de vuelta a ser alcalde, a senador, a diputado local. Trabajo fácil, dinero fácil. ¿Quién lo quiere perder?
Algo se hace sin duda contra la delincuencia y debe haber más de uno que sea idealista y férreo en su quehacer. Lo peor, es que cuando cae un policía, hoy no se sabe si fue por que hacía bien su trabajo siendo "cómplice" de la sociedad o cómplice de los delincuentes.
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