Alto rating, altas ventas, alta audiencia, credibilidad, impacto, son palabras comunes en los medios de comunicación y sabemos que hay hechos que inevitablemente darán muchos televidentes, radioescuchas y lectores.
La seguridad pública es un buen tema, es impactante dar cifras de horror, de casos aislados que crecen inconmensurablemente cuando los volvemos un tema especial, un secuestro es un escándalo, más si sabemos el nombre, más si sabemos que hubo una amputación, más si tenemos una grabación de alguien suplicante, más si podemos obtener testimonios de primera mano que diga "algo" entre llanto y rabia.
Aún aislado, es impactante y se suma a las cifras, que entre reporteros y editores manejamos como masa de pan que dará un apetitoso producto. A veces es tan frío el uso de estos datos que perdemos la proporción y el impacto que tendrán.
Cientos de personas que escuchan de un secuestro, de varios, que pueden ser incluso víctimas, saben que los secuestradores los acosan. Eso pasó esta noche (23 de noviembre) en San Juan Ixtayopan, en la delegación Tláhuac del Distrito Federal.
Escenas del linchamiento en Tláhuac
Esperando secuestradores una turba asesinó a dos personas, que no eran secuestradores, sino agentes de la Policía Federal Preventiva adscritos al DF y asignados a una investigación precisamente sobre la prevención de secuestros y comercio de estupefacientes.
La masa no piensa, y si los agentes tenían cámaras y libretas y miraban una escuela, seguramente eran secuestradores en busca de una víctima, eso se dice en la prensa, la radio y la TV. No se trata de menospreciar la inteligencia de los habitantes de Tláhuac, pero una turba es incontrolable por más que se pida cautela.
Viene el lobo dicen las noticias, quizás este era el lobo, pero en Tláhuac se equivocaron.
Sumado a este profundo efecto de los medios, está esa idea, también difundida en los medios de que las autoridades no han hecho sus labores, luego entonces, es necesario hacer la justicia por mano propia evalúa la población. Si no es violentamente, decenas de miles lo pueden manifestar con una megamarcha.
La tragedia
Los agentes, informó el reportero de Monitor (102.5 FM) pasadas las 19:00 horas, traían consigo una cámara Sony digital y una libreta donde consignaban su labor. En el dispositivo electrónico había 18 imágenes, la mayoría de ellas de un auto y las menos de las calles cercanas a la tragedia.
En la libreta un itinerario de lo ocurrido en una casa. Una testigo dijo "había dos niños que fueron rescatados del auto, ya habían secuestrado a dos niños que son mis vecinos, no recuerdo sus nombres porque estoy nerviosa... no, de la mamá tampoco recuerdo su nombre".
La turba detuvo a los agentes, los golpeó y a dos de ellos los quemó (algunas versiones indican que estaban vivos cuando les aplicaron fuego).
Momentos antes de morir, uno de los agentes linchado aún dio teléfonos y extensiones de la oficina para la que trabajaba, dijo la dependencia a la que pertenecía, dijo su nombre con la boca ensangrentada.
En el suelo un cadáver aún ardiendo, en la otra imagen, la detención de un agente
Condicionados a que eran secuestradores y a que la justicia no se aplicaría, la turba juzgó, sentenció y ejecutó indiscriminadamente a los agentes Víctor Mireles y Cristóbal Bonilla, quedando gravemente herido Edgar Moreno que fue rescatado por elementos de la policía capitalina.
No es la primera vez que ocurre, y no será la última. Mientras los secuestradores estén merodeando por la deficiencia institucional y exista la intimidación desproporcionada en los medios, habrá una mezcla extraña de información y terror sobre la inseguridad, que en algunos casos desembocará en tragedia.
La publicación de las imágenes no persigue fines de lucro
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